El nero Willy
Es una huevada esto de tratar con intelectuales, sea en el Café Olé de Miraflores, en el Country Club de San Isidro o en la rockola de Quilca. Siempre es la misma idea en restrospectiva por tu cabeza y ese montón de cerveza cayendo al estómago en ayunas.
Octavio dice que cuando las luces se apagan todo se hace más visible. Martín piensa distinto, para él la oscuridad es solo una ilusión óptica, ¿y el nero Willy?, ése huevón está coqueándose en el baño, será por eso que tiene conceptos menos hipócritas.
Él todo lo ve negro, desde los tres años cuando miró al espejo, hasta el día de hoy que lleva dos semanas en PBC y licor de caña con té. Negrazo, "zombie", como tratando de imitar el título de su último libro que recientemente publicó en Bogotá. "Un golazo de media cancha" balbucea en nero mostrando una sonrisa que se extiende exageradamente hasta la oreja derecha.
Cuando le pregunto qué cojudeces le dijeron de su publicación el rostro cambia, me mira fijamente dejando su vaso de cerveza en la mesa, saca un cigarrillo del bolsillo y lo enciende lentamente, recoge sus codos por encima de la ceniza húmeda y levanta las manos al aire para emitir guturaciones afónicas que hacen ininteligible su intervención. "Ya nero conchatumadre" le incrimino, para que de una vez por todas deje de hacer payasadas y diga lo que en verdad quiere decir. Desgraciadamente no puede, a pesar de haber ganado los Juegos Florales del 2001, el primer premio en crónicas del concurso que organizó el Instituto de Nuevo Periodismo Iberoamericano, recibir una mención honrosa el año pasado en el Concurso Cervantes realizado en las Islas Canarias y ser uno de los cuadros más importantes de su partido destacando en oratoria, ¡imagínate brother!. No puede, pero si le puenteas el vaso, es capaz de recontragranputearte en tres idiomas diferentes y estructuras lingüísticas distintas. "Así que desahuévate" le advierto a Martín, "no me jodas al nerito que sin combustible no carbura".
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