Fidel cede la posta

Se veía venir. Era más que premonitoria la renuncia anuente del Comandante en Jefe de la República de Cuba, Fidel Castro, quien al mostrarse ya grave de salud, tras una infección intestinal que lo tumbó a la cama en octubre del 2006, declinó definitivamente su permanencia en el poder de la isla cubana dejando de esta forma un enorme vacío en la comunidad socialista. Sin embargo su claudicación deja en evidencia que su talante de intelectual veterano se ha impuesto ante su raíz tiránica, mostrando su ecuánimes mental ante de su decadente estabilidad física.
“A mis entrañables compatriotas, que me hicieron el inmenso honor de elegirme en días recientes como miembro del Parlamento, en cuyo seno se deben adoptar acuerdos importantes para el destino de nuestra Revolución, les comunico que no aspiraré ni aceptaré- repito- no aspiraré ni aceptaré, el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe.”
Con estas palabras leídas al público como discurso por el periodista Randy Alonso, Director del programa Mesa Redonda de la Televisión Nacional de Cuba, Castro se dirigía al pueblo isleño para recordarles que aún dejando su cargo a disposición de las elecciones democráticas, seguiría en la lucha revolucionaria pero ahora desde las tímidas páginas de sus memorias, artículos o misivas, como lo ha venido haciendo desde su trágica convalecencia.
"Mi deber elemental no es aferrarme a cargos, ni mucho menos obstruir el paso a personas más jóvenes, sino aportar experiencias e ideas cuyo modesto valor proviene de la época excepcional que me tocó vivir.”
Con estas palabras, el denominado “mamut siberiano” admitía su derrota; no por los norteamericanos que trataron de asesinarlo centenares de veces, ni por la mala política económica que condujo a Cuba hacia una abstracción mundial, sino por la incapacidad física, ese fin al que todos llegaremos, aún siendo tan fuertes como el Comandante Fidel.